Los idiomas de la Biblia a través del tiempo
Arameo
El nombre hebreo de Siria es Aram. El idioma de Siria se conocía como el arameo. Es un idioma muy parecido al hebreo, pero diferente. El arameo llegó a ser el idioma internacional del Oriente Medio durante los años que precedieron a la caída de Jerusalén. En Isaías 36 (especialmente los versículos 11-13), vemos un ejemplo interesante de la relación entre el hebreo y el arameo en los días del rey Ezequías. El arameo era el idioma para discutir con los extranjeros, pero el hebreo era el idioma que empleaba la gente común.
Parece que cuando los babilonios conquistaron Jerusalén y se llevaron a muchas personas de Judea a Babilonia, dio inicio el fin de la lengua hebrea. Después de esto, la lengua aramea llegó a ser más importante no sólo en la tierra de Israel sino también en otras regiones. Esto duró años, y para la época de Jesús, el hebreo probablemente ya no se utilizaba, excepto para fines religiosos. Ya desde Nehemías 8.8 se pueden hallar pruebas de este cambio en el idioma, pues el libro de la Ley (el Pentateuco) se leyó en hebreo y se tradujo allí mismo en forma oral al arameo para que las personas lo comprendieran.
Algunas partes del Antiguo Testamento están escritas en arameo –Esdras 4.7-6.18 y Daniel 2.4-7.28– como también lo están algunos versículos aislados en otras partes. Las versiones no oficiales de los materiales del Antiguo Testamento también se tradujeron al arameo para ayudar a los que predicaban en las sinagogas. Estas traducciones se conocen como «los targum».
Griego
Alejandro Magno fue un poderoso conquistador que sometió a todos los países desde Grecia hasta Egipto e India, entre ellos Siria, Israel y Persia. Tras su muerte, sus generales se dividieron el territorio. Uno de ellos fue el primero de la familia de los Ptolomeos y gobernó sobre Egipto. El otro fue el primero de la familia seléucida y gobernó sobre Siria. Desde ese tiempo al menos, el griego pasó a ser una lengua muy importante de esa parte del mundo.
Estas dos familias de reyes –los ptolomeos en Egipto y los seléucidas en Siria– llegaron a ser muy importantes en la historia del pueblo judío en el periodo comprendido entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Siempre estos reyes estaban en guerra por el control de la tierra que mediaba entre ellos, así que hubo muchas batallas en la tierra de Israel. A veces Israel era gobernada por Egipto y a veces por Siria.
Por último, uno de los reyes de Siria llamado Antíoco IV Epífanes intentó destruir la religión judía. Sus soldados entraron en el templo, donde les estaba prohibida la entrada, y llegaron incluso a sacrificar un cerdo en el altar. Trataron de forzar a los judíos a comer carne de cerdo y a hacer otras cosas que estaban en contra de sus creencias. Esta situación llegó a ser tan grave que finalmente estalló una rebelión encabezada por la familia de los Macabeos. La rebelión tuvo éxito. Sacaron al ejército extranjero y se independizaron.
Durante este tiempo, el líder de los judíos fue el sumo sacerdote. No sólo era líder religioso sino también líder político. Los judíos fueron independientes por casi cien años, hasta que finalmente fueron anexados al Imperio Romano, aproximadamente 60 años antes del nacimiento de Jesús.
Mucho tiempo antes, en la época de la caída de Jerusalén, muchos judíos se habían ido a Egipto, y al cabo del tiempo, esa comunidad se había vuelto muy importante. Al igual que los judíos que emigraron a otras regiones, dejaron de hablar el hebreo. Para ellos, el nuevo idioma era el griego. Estos judíos ansiaban leer las Escrituras en un idioma que pudieran entender, y tomaron las medidas necesarias para que los libros del Antiguo Testamento se tradujeran al griego. Esta es la famosa traducción que hoy se conoce como la Septuaginta.
La comunidad judía que utilizó la Septuaginta no sólo usó los libros que habían sido traducidos del hebreo. Había también otros libros religiosos que se habían escrito en griego (o en hebreo, aunque sólo nos han llegado en griego), de los cuales algunos también se añadieron a la Septuaginta. Por tanto, desde el principio, la Septuaginta fue bastante diferente de las Escrituras hebreas.
El idioma de Jesús.
Parece que cuando los babilonios conquistaron Jerusalén y se llevaron a muchas personas de Judea a Babilonia, dio inicio el fin de la lengua hebrea. Después de esto, la lengua aramea llegó a ser más importante no sólo en la tierra de Israel sino también en otras regiones. Esto duró años, y para la época de Jesús, el hebreo probablemente ya no se utilizaba, excepto para fines religiosos. Ya desde Nehemías 8.8 se pueden hallar pruebas de este cambio en el idioma, pues el libro de la Ley (el Pentateuco) se leyó en hebreo y se tradujo allí mismo en forma oral al arameo para que las personas lo comprendieran.
Algunas partes del Antiguo Testamento están escritas en arameo –Esdras 4.7-6.18 y Daniel 2.4-7.28– como también lo están algunos versículos aislados en otras partes. Las versiones no oficiales de los materiales del Antiguo Testamento también se tradujeron al arameo para ayudar a los que predicaban en las sinagogas. Estas traducciones se conocen como «los targum».
Griego
Alejandro Magno fue un poderoso conquistador que sometió a todos los países desde Grecia hasta Egipto e India, entre ellos Siria, Israel y Persia. Tras su muerte, sus generales se dividieron el territorio. Uno de ellos fue el primero de la familia de los Ptolomeos y gobernó sobre Egipto. El otro fue el primero de la familia seléucida y gobernó sobre Siria. Desde ese tiempo al menos, el griego pasó a ser una lengua muy importante de esa parte del mundo.
Estas dos familias de reyes –los ptolomeos en Egipto y los seléucidas en Siria– llegaron a ser muy importantes en la historia del pueblo judío en el periodo comprendido entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Siempre estos reyes estaban en guerra por el control de la tierra que mediaba entre ellos, así que hubo muchas batallas en la tierra de Israel. A veces Israel era gobernada por Egipto y a veces por Siria.
Por último, uno de los reyes de Siria llamado Antíoco IV Epífanes intentó destruir la religión judía. Sus soldados entraron en el templo, donde les estaba prohibida la entrada, y llegaron incluso a sacrificar un cerdo en el altar. Trataron de forzar a los judíos a comer carne de cerdo y a hacer otras cosas que estaban en contra de sus creencias. Esta situación llegó a ser tan grave que finalmente estalló una rebelión encabezada por la familia de los Macabeos. La rebelión tuvo éxito. Sacaron al ejército extranjero y se independizaron.
Durante este tiempo, el líder de los judíos fue el sumo sacerdote. No sólo era líder religioso sino también líder político. Los judíos fueron independientes por casi cien años, hasta que finalmente fueron anexados al Imperio Romano, aproximadamente 60 años antes del nacimiento de Jesús.
Mucho tiempo antes, en la época de la caída de Jerusalén, muchos judíos se habían ido a Egipto, y al cabo del tiempo, esa comunidad se había vuelto muy importante. Al igual que los judíos que emigraron a otras regiones, dejaron de hablar el hebreo. Para ellos, el nuevo idioma era el griego. Estos judíos ansiaban leer las Escrituras en un idioma que pudieran entender, y tomaron las medidas necesarias para que los libros del Antiguo Testamento se tradujeran al griego. Esta es la famosa traducción que hoy se conoce como la Septuaginta.
La comunidad judía que utilizó la Septuaginta no sólo usó los libros que habían sido traducidos del hebreo. Había también otros libros religiosos que se habían escrito en griego (o en hebreo, aunque sólo nos han llegado en griego), de los cuales algunos también se añadieron a la Septuaginta. Por tanto, desde el principio, la Septuaginta fue bastante diferente de las Escrituras hebreas.
El idioma de Jesús.
Para la época de Jesús, el idioma de Palestina (Galilea, Samaria y Judea) era el arameo. Jesús probablemente les habló a sus discípulos y a las multitudes en arameo. Sin embargo, es muy probable que Jesús también usara el griego, por ejemplo, cuando le habló a Pilato. Aunque el latín era el verdadero idioma de los romanos, el griego era el idioma principal del Imperio Romano.
Muchos eruditos creen que el Evangelio según San Marcos se escribió en arameo y se tradujo después al griego, mientras que otros creen que también originalmente se escribieron otros pasajes del Nuevo Testamento en arameo o hebreo. Esto quizá sea así, pero lo que sí es cierto es que los únicos materiales del Nuevo Testamento que tenemos hoy día están todos en griego. Para el tiempo en que se estaba escribiendo el Nuevo Testamento, la iglesia cristiana se había extendido hacia muchas regiones y países diferentes, y el griego era la lengua que se necesitaba.
Esto es sumamente interesante porque significa que en su mayor parte no tenemos registro alguno de las palabras exactas de Jesús. Tenemos sus palabras sólo en la traducción griega que usaron los escritores del Evangelio. (Hay unos cuantos casos en que el Nuevo Testamento usa palabras arameas, como por ejemplo, abba: «padre»). Desde sus mismos inicios, el cristianismo ha sido una religión que ha echado mano de la traducción para darles sus Escrituras a los creyentes. Los que participamos en la traducción hoy día simplemente estamos siguiendo los pasos de los primeros escritores del Evangelio.
Esto también es cierto en otra forma. Cuando los escritores del Nuevo Testamento deseaban citar el Antiguo Testamento, debían hacerlo en griego. Básicamente, lo hacían en alguna de tres formas: (1) traducían por sí mismos del hebreo (o de traducciones del hebreo al arameo); (2) citaban de memoria (de fuentes hebreas, arameas o griegas); o (3) utilizaban la antigua traducción griega, la Septuaginta. Por la forma de las citas pareciera que en un 60 por ciento o más de las veces, se utilizó la Septuaginta para citar el Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento.
Cuando la iglesia cristiana quiso ponerse de acuerdo sobre cuáles libros debían integrar su propia Biblia completa, surgieron varios desacuerdos, especialmente en relación con el Antiguo Testamento. Algunos creían que únicamente los libros hebreos debían ser incluidos, pues eran los únicos libros que aceptaban los judíos. Otros consideraban que no debían perderse los libros y las partes adicionales que habían sido incluidos en la Septuaginta. Este desacuerdo nunca se resolvió entre los diferentes grupos de cristianos, y sigue vigente entre nosotros hasta el día de hoy.
Muchos eruditos creen que el Evangelio según San Marcos se escribió en arameo y se tradujo después al griego, mientras que otros creen que también originalmente se escribieron otros pasajes del Nuevo Testamento en arameo o hebreo. Esto quizá sea así, pero lo que sí es cierto es que los únicos materiales del Nuevo Testamento que tenemos hoy día están todos en griego. Para el tiempo en que se estaba escribiendo el Nuevo Testamento, la iglesia cristiana se había extendido hacia muchas regiones y países diferentes, y el griego era la lengua que se necesitaba.
Esto es sumamente interesante porque significa que en su mayor parte no tenemos registro alguno de las palabras exactas de Jesús. Tenemos sus palabras sólo en la traducción griega que usaron los escritores del Evangelio. (Hay unos cuantos casos en que el Nuevo Testamento usa palabras arameas, como por ejemplo, abba: «padre»). Desde sus mismos inicios, el cristianismo ha sido una religión que ha echado mano de la traducción para darles sus Escrituras a los creyentes. Los que participamos en la traducción hoy día simplemente estamos siguiendo los pasos de los primeros escritores del Evangelio.
Esto también es cierto en otra forma. Cuando los escritores del Nuevo Testamento deseaban citar el Antiguo Testamento, debían hacerlo en griego. Básicamente, lo hacían en alguna de tres formas: (1) traducían por sí mismos del hebreo (o de traducciones del hebreo al arameo); (2) citaban de memoria (de fuentes hebreas, arameas o griegas); o (3) utilizaban la antigua traducción griega, la Septuaginta. Por la forma de las citas pareciera que en un 60 por ciento o más de las veces, se utilizó la Septuaginta para citar el Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento.
Cuando la iglesia cristiana quiso ponerse de acuerdo sobre cuáles libros debían integrar su propia Biblia completa, surgieron varios desacuerdos, especialmente en relación con el Antiguo Testamento. Algunos creían que únicamente los libros hebreos debían ser incluidos, pues eran los únicos libros que aceptaban los judíos. Otros consideraban que no debían perderse los libros y las partes adicionales que habían sido incluidos en la Septuaginta. Este desacuerdo nunca se resolvió entre los diferentes grupos de cristianos, y sigue vigente entre nosotros hasta el día de hoy.
La Iglesia Católica Romana acepta los libros hebreos como la primera parte del Antiguo Testamento, pero considera que el material del griego es también parte plena del Antiguo Testamento (la segunda parte, o lo que llaman el Deuterocanon). Los anglicanos y otras iglesias protestantes también utilizan todos o algunos de estos libros del griego, los cuales fueron incluidos en la mayoría de las versiones protestantes cuando se tradujeron por primera vez a una lengua vernácula. Sin embargo, otras iglesias protestantes consideraron como parte de la Biblia a los libros hebreos; de manera que ahora casi todas las versiones protestantes excluyen los libros del griego. Por otra parte, las iglesias ortodoxas tienen más libros que consideran autoritarios, aunque esto también varía de grupo en grupo.
Debido a esto ahora tenemos dos (y quizá pronto tres) ediciones de muchas traducciones de la Biblia. La edición más breve contiene únicamente los libros del hebreo, y es la preferida por la mayoría de las iglesias protestantes. La edición más larga es principalmente la de los católicos, aunque también la utilizan algunos luteranos y anglicanos. Las iglesias ortodoxas, que recientemente han empezado a pensar en hacer traducciones modernas, quizá requieran otra versión.
Debido a esto ahora tenemos dos (y quizá pronto tres) ediciones de muchas traducciones de la Biblia. La edición más breve contiene únicamente los libros del hebreo, y es la preferida por la mayoría de las iglesias protestantes. La edición más larga es principalmente la de los católicos, aunque también la utilizan algunos luteranos y anglicanos. Las iglesias ortodoxas, que recientemente han empezado a pensar en hacer traducciones modernas, quizá requieran otra versión.