Arreando caballos: Deja que Dios tome las riendas de tu vida
Un hombre contó su experiencia cuando arriaba unos caballos junto con su padre.
Un día, mi padre me dijo: ‘Hijo, ¿te gustaría llevar los caballos?’. Así que me apuré a tomar las riendas y comencé a controlar los caballos; yo los guiaba, pero la marcha me aburría, porque era demasiado lenta.
Se me ocurrió entonces arrear a los caballos para que trotaran y luego pensé que si galopaban llegaríamos a casa más rápido. Al poco rato, comenzaron a correr muy aprisa como nunca antes los había visto.
Mientras pasamos zumbando sobre las madrigueras de las ardillas, me di cuenta de que nos encontrábamos en una situación muy peligrosa. Así que, como mejor pude, intenté aminorar la marcha de la yunta ‘fugitiva’. Tiré de las riendas hasta que me dolieron las manos; grité y supliqué, pero nada funcionó.
Aquellos viejos caballos seguían corriendo y corriendo. Eché un vistazo a mi padre que estaba ahí sentado como si no estuviera ocurriendo nada. Yo ya estaba frenético; tenía las manos heridas a causa de las riendas y la cara llena de lágrimas, helada por causa del frío invernal.
Finalmente, me volví hacia mi padre desesperado y le dije: ‘Toma, lleva tú las riendas, yo ya no quiero llevarlas más’.
El hombre, ya anciano, recuerda esta escena para dar una enseñanza. "No importa lo mayores que seamos o lo capaces que nos sintamos, siempre hay momentos en los que la única solución es volvernos a nuestro Padre Celestial y decirle: “Aquí tienes, toma Tú las ‘riendas’; ya no quiero ‘conducir’ más”. Créeme, Él lo hará, si de veras le das las “riendas”.
Proverbios 3:5-6: Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas.