Cuando la sal pierde su sabor, cambia tu manera de pensar
Ser sal es una característica muy importante del cristiano. Sabemos las características de la sal; las principales son: el dar sabor a los alimentos, la preservación de ellos y el provocar la sed. Se ha dicho mucho acerca de esto.
Debemos tener presente que cumplimos un papel esencial en el mundo y es el de hacer de él un mejor lugar para vivir. Ahora, en estas tres citas se nos advierte contra el peligro de perder nuestras propiedades de sal, entonces la pregunta es: ¿Cómo pierdo yo mis propiedades de sal? Una respuesta general podría ser: pecando, apartarme de la voluntad de Dios. Todo esto es cierto. Pero la Biblia nos da elementos para precisar mejor esta respuesta. Sobre esto trata este estudio.
Iremos cita por cita:
Mateo 5:13 “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”.
Esta advertencia la tenemos después de lo que se llama las bienaventuranzas (Mateo 5:1-12). Esta porción de la escritura es parte del sermón del monte que se extiende en los capítulos 5, 6 y 7 del evangelio de Mateo. Este discurso termina de esta manera: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7:24-27).
Es claro que esto se puede aplicar a toda la doctrina que Jesús enseñó, pero Mateo coloca esta sentencia al final del sermón del monte, de modo que lo que en ella se habla es de vital importancia. Y uno de los temas tocados es las bienaventuranzas; y en especial es clave para que la sal no deje de ser salada.
Bienaventurados los pobres de espíritu, bienaventurados los que lloran, bienaventurados los mansos, bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, bienaventurados los misericordiosos, bienaventurados los de limpio corazón, bienaventurados los pacificadores y bienaventurados los perseguidos por causa de Cristo son dichos que si somos sinceros con nosotros mismos no tienen ningún atractivo. Es obvio que nuestro Señor tenía un propósito al decirnos todo esto, y el propósito más claro es que el reino de los cielos es completamente diferente a lo que hemos estado acostumbrados en el mundo. Para los apóstoles y para nosotros antes de haber conocido la palabra de Dios la verdad era otra.
Para nosotros ser bienaventurado es ser rico carnalmente hablando nunca pobre de espíritu; para nosotros bienaventurado es estar siempre con una sonrisa en los labios pero Jesús nos dice que los que sufren por el estado actual de las cosas ellos son bienaventurados. Jesús nos impulsa a cambiar nuestra manera de pensar de una manera radical. En primer lugar en el reino de los cielos no se puede tener las mismas expectativas que en el mundo. Lo que necesitamos urgentemente es un cambio de mente. Romanos 12:2 “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”
En Lucas 16:13-15 dice: “Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él. Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; por que lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación”.
La frase “lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación” confirma lo que venimos diciendo. Esto es precisamente lo que Jesús nos quiere hacer entender en las bienaventuranzas. El sistema de Dios es completamente diferente que el sistema del mundo.
Entonces un cambio total de nuestra perspectiva es necesario para ser sal.
Marcos 9:49-50 “Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal. Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros”.
Leamos lo que Jesús dijo en los versículos anteriores. Marcos 9:43-48 “Si tu mano te fuese ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu pie fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar en la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga”.
Lo que normalmente es una locura, adquiere sentido en el reino de Dios. Para ser sal no se puede pensar como en el mundo, es decir aferrarse a cosas de este mundo por mantenerse en el pecado. Otra vez, lo de esta vida queda relegado. No es sino que cumplir el mandamiento antiguo “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente”. El mundo es el gran enemigo de Dios, si preferimos algo de este mundo que se superponga a él, perderemos nuestra calidad de sal.
Debemos tener presente que cumplimos un papel esencial en el mundo y es el de hacer de él un mejor lugar para vivir. Ahora, en estas tres citas se nos advierte contra el peligro de perder nuestras propiedades de sal, entonces la pregunta es: ¿Cómo pierdo yo mis propiedades de sal? Una respuesta general podría ser: pecando, apartarme de la voluntad de Dios. Todo esto es cierto. Pero la Biblia nos da elementos para precisar mejor esta respuesta. Sobre esto trata este estudio.
Iremos cita por cita:
Mateo 5:13 “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”.
Esta advertencia la tenemos después de lo que se llama las bienaventuranzas (Mateo 5:1-12). Esta porción de la escritura es parte del sermón del monte que se extiende en los capítulos 5, 6 y 7 del evangelio de Mateo. Este discurso termina de esta manera: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7:24-27).
Es claro que esto se puede aplicar a toda la doctrina que Jesús enseñó, pero Mateo coloca esta sentencia al final del sermón del monte, de modo que lo que en ella se habla es de vital importancia. Y uno de los temas tocados es las bienaventuranzas; y en especial es clave para que la sal no deje de ser salada.
Bienaventurados los pobres de espíritu, bienaventurados los que lloran, bienaventurados los mansos, bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, bienaventurados los misericordiosos, bienaventurados los de limpio corazón, bienaventurados los pacificadores y bienaventurados los perseguidos por causa de Cristo son dichos que si somos sinceros con nosotros mismos no tienen ningún atractivo. Es obvio que nuestro Señor tenía un propósito al decirnos todo esto, y el propósito más claro es que el reino de los cielos es completamente diferente a lo que hemos estado acostumbrados en el mundo. Para los apóstoles y para nosotros antes de haber conocido la palabra de Dios la verdad era otra.
Para nosotros ser bienaventurado es ser rico carnalmente hablando nunca pobre de espíritu; para nosotros bienaventurado es estar siempre con una sonrisa en los labios pero Jesús nos dice que los que sufren por el estado actual de las cosas ellos son bienaventurados. Jesús nos impulsa a cambiar nuestra manera de pensar de una manera radical. En primer lugar en el reino de los cielos no se puede tener las mismas expectativas que en el mundo. Lo que necesitamos urgentemente es un cambio de mente. Romanos 12:2 “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”
En Lucas 16:13-15 dice: “Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él. Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; por que lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación”.
La frase “lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación” confirma lo que venimos diciendo. Esto es precisamente lo que Jesús nos quiere hacer entender en las bienaventuranzas. El sistema de Dios es completamente diferente que el sistema del mundo.
Entonces un cambio total de nuestra perspectiva es necesario para ser sal.
Marcos 9:49-50 “Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal. Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros”.
Leamos lo que Jesús dijo en los versículos anteriores. Marcos 9:43-48 “Si tu mano te fuese ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu pie fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar en la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga”.
Lo que normalmente es una locura, adquiere sentido en el reino de Dios. Para ser sal no se puede pensar como en el mundo, es decir aferrarse a cosas de este mundo por mantenerse en el pecado. Otra vez, lo de esta vida queda relegado. No es sino que cumplir el mandamiento antiguo “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente”. El mundo es el gran enemigo de Dios, si preferimos algo de este mundo que se superponga a él, perderemos nuestra calidad de sal.
Y cómo termina Dios este tema? Lucas 14:34-35 dice: “Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará? Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga”.
La lectura de Lucas 14:26-33 explicará totalmente lo que queremos decir y confirmará lo que venimos diciendo:
“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aún también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”.
Conclusión
La entidad que puede hacernos perder nuestra propiedad de sal, es el mundo. Tanto con su forma de pensar la cual nosotros arrastramos y por lo cual necesitamos una renovación en nuestra mente, y también al aferrarnos compulsivamente a cosas de él; cosas que pueden ser tan íntimas como una parte de nuestro cuerpo o un familiar. Dios exige la prioridad. Jesús nos dijo: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mateo 11:29-30). En resumen el materialismo nos quita nuestra sal.
No pretendo parecer religioso ni espiritualoide, sólo creo en lo que dice la palabra de Dios la cual es la fuente de toda verdadera doctrina. Todo lo expuesto tiene resultados prácticos no son sólo palabras. En Lucas 14:35 nos advierte: “Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga”. Iván Salazar C.
La lectura de Lucas 14:26-33 explicará totalmente lo que queremos decir y confirmará lo que venimos diciendo:
“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aún también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”.
Conclusión
La entidad que puede hacernos perder nuestra propiedad de sal, es el mundo. Tanto con su forma de pensar la cual nosotros arrastramos y por lo cual necesitamos una renovación en nuestra mente, y también al aferrarnos compulsivamente a cosas de él; cosas que pueden ser tan íntimas como una parte de nuestro cuerpo o un familiar. Dios exige la prioridad. Jesús nos dijo: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mateo 11:29-30). En resumen el materialismo nos quita nuestra sal.
No pretendo parecer religioso ni espiritualoide, sólo creo en lo que dice la palabra de Dios la cual es la fuente de toda verdadera doctrina. Todo lo expuesto tiene resultados prácticos no son sólo palabras. En Lucas 14:35 nos advierte: “Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga”. Iván Salazar C.