Ayudémonos los unos a los otros: amor al prójimo
Si usted está buscando la manera de cumplir el mandamiento de Cristo de amar a su prójimo, Pablo tiene una sugerencia: comparta sus cargas. Hay un momento en que toda persona tiene problemas por el peso de una situación que la oprime.
Los creyentes tienen la obligación de ayudar a sus hermanos y hermanos con esa carga. Jesús es el modelo de cómo compartir las cargas. Llama a venir a Él a los que están trabajados y cargados, para darles descanso (Mt 11.28, 29).
Puesto que Dios predestinó a los creyentes a ser conformados a semejanza de Cristo, debemos imitar su interés y preocupación por los que sufren. La iglesia del Nuevo Testamento siguió de verdad el ejemplo del Señor. Los creyentes combinaban sus recursos para que nadie padeciera necesidades, haciendo así más ligera la carga de la pobreza (Hechos 4.32).
Las cartas de Pablo dejan en claro su carga por el bienestar material y espiritual de las crecientes iglesias. Oraba y ayunaba por ellas, y les enviaba misioneros cuando él mismo no podía ir. Veía el fortalecimiento de ellas como su responsabilidad, a pesar de su aflicción personal: el aguijón en su carne (2 Co 12.7).
El creyente no puede esperar hasta que su vida esté libre de problemas, para ayudar a los demás, porque ese día podría no llegar. Aunque tengamos nuestras propias necesidades, podemos hacer todas las cosas por el poder de Cristo, incluso compartir la desgracia de otra persona (2 Co 12.9).
Cuando usted está dispuesto(a) a ayudar a alguien a aliviarle la carga, suceden dos cosas. Primero: la otra persona recibe la bendición que tanto necesitaba, en forma de ayuda, apoyo y amor. Y, segundo: usted cumplirá con la ley de Dios de amar al prójimo como a sí mismo. Charles Stanley.