Biografía de Hugh Latimer: Gran predicador y mártir por su fe en Jesús
La historia de la vida y muerte de Hugo Latimer no deja de impresionar a través de los siglos.
De ser de los más férreos opositores a la Reforma, y uno de los sacerdotes católicos más importantes de su época, pasó a ser el predicador protestante más grande de su tiempo y uno de los íconos del mensaje del Evangelio, el que proclamó con inquebrantable convicción, incluso hasta el martirio.
Sus comienzos
Hugo Latimer nació en Thurcaston, Leicestershire, Inglaterra, en una familia de prósperos granjeros, en el año 1492. Se formó en la Universidad de Cambridge, enclave del catolicismo, en donde completó sus estudios teológicos en 1514. Al año siguiente, llegó el nombramiento papal para ser ordenado sacerdote.
Sobresaliente y devoto, fue destacado como un contrapeso a las ideas luteranas que se difundían por las islas británicas y se infiltraba en los claustros universitarios. Pero Latimer además de estudioso, era un hombre profundamente piadoso. Su fidelidad a la Iglesia de Roma no era mayor que su sincera creencia en Jesucristo.
Su conversión
Era un gran orador, y en un principio ocupaba esta capacidad para atacar a los que impulsaban la Reforma en la Iglesia. Tomás Bilney era uno de éstos, y fue gracias a él que Hugo Latimer conoció la verdad en la palabra de Dios. Nos relata la historia este desenlace: había en aquellos días en Cambridge un sacerdote que se distinguía por un fervor que culminaba en el fanatismo. Era siempre el primero en las procesiones y se le veía llevar con mucho orgullo la cruz de la Universidad. Su nombre era Hugo Latimer, quien tenía unos treinta años de edad y a su celo infatigable unía un humor mordiente que lo usaba para poner en ridículo a sus adversarios.
Como un nuevo Saulo perseguía a los amigos de la Palabra de Dios y en algunos discursos tuvo tanto éxito que muchos creyeron que había aparecido el hombre capaz de medirse con Lutero y dar a la iglesia de Roma un triunfo deslumbrante.
Bilney concibió el plan de ganarlo al evangelio para que sus dones fuesen puestos al servicio de mejor causa, y para dar comienzo a su difícil tarea se valió de un procedimiento un tanto extraño. Se dirigió donde Latimer se encontraba y le pidió que escuchase su confesión.
¿Qué ocurría? ¡Él campeón de la herejía pide confesarse ante el campeón del papismo! Latimer creyó que sus discursos habían conseguido convencerle y que una vez sometido Tomás Bilney, harían cualquier cosa todos sus compañeros. El presunto penitente se arrodilla delante del satisfecho confesor, pero hace una confesión muy diferente de la que están acostumbrados oír los sacerdotes; le refiere cuán grandes fueron las angustias de su alma y cuán inútiles las obras, ceremonias y sacramentos para librarlos de ellas.
Y enseguida, con voz emocionante y sinceridad contagiosa, le habla de cómo encontró la paz cuando dejando todo eso confió en el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Habla a Latimer el espíritu de adopción que ha recibido y de la dicha que experimenta al poder llamar a Dios, su padre.
El confesor quedó estupefacto al oír tal testimonio en lugar de una mecánica confesión. Su corazón se abrió y la palabra llena de unción del piadoso Bilney penetró hasta lo más íntimo de su ser. Esa palabra simple, pero llena de vida, traspasó como una espada de dos filos. El Espíritu de Dios obró en Latimer; la luz de la verdad lo alumbró en aquella hora por ese medio inesperado. Su conversión fue instantánea, como la de Saulo en el camino a Damasco.
Latimer quiso aún levantar alguna objeción, pero pocas respuestas llenas de amor bastaron para que toda duda se disipase. Hugo Latimer señaló más tarde: “Aprendí más por medio de esta confesión, que antes por medio de muchas lecturas y en muchos años. Me deleito ahora en la Palabra de Dios, y dejo a los doctores de escuelas humanas con todas sus extravagancias”.
Latimer, ya convertido a Cristo, dio un nuevo impulso al movimiento evangélico, pues la misma fuerza que poseía anteriormente la ocupó para defender las grandes verdades bíblicas que había conocido”.
Su obra en la era de Enrique VIII
Hacia 1529, se unió a la idea y los esfuerzos de otros reformadores que proyectaban difundir la Biblia traducida al inglés. Merced a su influencia, consiguió que se apruebe la anulación del matrimonio entre Enrique VIII y Catherine de Aragón.
El rey recompensó a Latimer otorgándole el Rectorado de la parroquia de Wiltshire. En 1535 fue nombrado obispo de Worcester. Pero hacia 1539, las cosas comenzaron a verse feas para Latimer. Enrique VIII se había arrogado la jefatura de la Iglesia y comenzó a perseguir no solo a los católicos, sino a otros protestantes que disentían con la politización de la Fe y a su desvaríos.
Latimer, aunque agradecido, no podía tolerar ciertos excesos reales y de conformidad con su carácter, aunque de ánimo conciliador, no se mostró obsecuente. Se había transformado en un disidente.
Aconsejado por Thomas Cromwel, Enrique VIII despojó a Latimer de todos sus cargos, prohibió que predicase o editara sus escritos y finalmente ordenó que fuese encarcelado.
Su obra en la era de Eduardo VI
En 1547, luego de la muerte de Enrique VIII, le sucedió Eduardo VI, quien significó una renovación para el movimiento reformista y una época crucial para sentar las bases de una nación cristiana.
Latimer fue liberado inmediatamente. Toda la fuerza contenida durante la prisión pareció explotar.
Hugo Latimer pasó a ser el predicador más famoso de su tiempo. Al igual que otros mensajeros del Evangelio, no solo habló de religión, sino que también abogó por mayor justicia social, la difusión de la cultura y la disminución de la pobreza.
Sus últimos días en la era de María I
Cuando falleció Eduardo VI, protestante y mecenas de los predicadores, el trono sería disputado por dos mujeres: Lady Jane Gray y María Tudor, la primera protestante y la otra católica. Latimer, Ridley, Cramner y otros, apoyaron a Jane Gray. Pero quien tomaría el poder sería María Tudor, quien asumió con el nombre de María I la Católica. Esta mujer, conocida también como Queen “Blood” Mary, emprendió una feroz persecución contra los reformadores.
En 1553 estableció el Catolicismo como religión oficial y única permitida en todo el país. Hugo Latimer acusado de traición y herejía, fue arrestado inmediatamente. Luego de pasar más de un año en prisión fue condenado a muerte. El 16 de Octubre de 1555, fue estaqueado y quemado en la hoguera en Oxford, junto a su amigo Nicolás Ridley.