El castillo de arena: destruido por la "tormenta de la ira"
Llegó el día en que Kirby y su mejor amigo Agustín irían a la playa para participar en el concurso del mejor castillo de arena. Ambos habían juntado todo tipo de envases para usarlos como moldes en su castillo de arena, incluso habían dibujado un plano.
Llegaron temprano a la playa y marcaron su área. Se pusieron a trabajar enseguida. Había niños de todas las edades construyendo castillos de arena. El de Kirby y Agustín adelantaba rápido y se veía magnífico.
Kirby acabada de volcar el último molde de arena sobre la torre cuando un niño que perseguía a otro, muy robusto, pasó corriendo. Justo cuando el niño grandote llegó al castillo lo saltó, pero el que lo perseguía no tenía piernas tan largas y derrumbó una parte grande del castillo. Y lo peor, ambos rieron mientras se alejaban corriendo. Agustín estaba atónito, pero Kirby estaba furioso.
-¡NO…NO…NO! -gritó-. ¿POR QUÉ? -entonces tomó el cubo más grande y comenzó a derribar el castillo mientras gritaba. Echaba arena a todas partes y en segundos el precioso castillo ya no existía.
-¡Kirby! -le gritó Agustín-. Lo podíamos haber arreglado. Oh, ¡qué mal!
Agustín se alejó.
La mamá de Agustín, que los había acompañado a la playa, se acercó y se puso junto a Kirby.
-Kirby -le dijo-, cuando permites que tu ira te indique qué hacer, nadie gana. Tú, menos que nadie. Al final, fuiste tú con tu ira quien destrozó el castillo, y no esos niños.
Cuando alguien te hace enojar, cuenta hasta diez antes de actuar o hablar. Pídele a Dios que te ayude a no responder con ira.
La ira en sí daña más que la condición que lo causó. Controla tu ira.
"El que es iracundo provoca contiendas; el que es paciente las apacigua". Proverbios 15:18.