La lengua viperina: cuánto daño puede causar lo que dices
Escrito por Mariano González V.
Durante la campaña evangelística Continente 75 en el estadio deportivo de Managua, Nicaragua, y llevada a todo el mundo hispano parlante por radio y televisión vía satélite, el evangelista y amigo don Luis Palau en uno de sus mensajes puso una ilustración que me llamó mucho la atención.
Contó Palau la historia de doña María, una señora que vivía al fondo de su casa en Rosario, Argentina. El predicador destacó el hecho de que doña María era una persona sumamente religiosa. Se le veía ir todos los días a la iglesia con un librito negro en la mano. Pero, desafortunadamente, doña María era una chismosa de primera categoría. ¡Chismosa con mayúscula!
Un día – prosiguió Palau – estando él dentro de su casa, oyó el bochinche que se formó en la calle. Se asomó, y grande fue su asombro al ver a doña María, cuchillo en mano, corriendo detrás de una vecina que vivía en frente de su casa. Se le escuchó gritar a pulmón lleno: ¡Te voy a matar por mirarme a mi marido!" Muy religiosa, sí; asidua asistente a la iglesia, también. Pero... la violenta acción de doña María nos da vuelo a pensar en lo fallido de su religiosidad ya que tan fea acción revela todo lo opuesto al carácter cristiano con que el Espíritu de Dios enriquece a los hijos de Dios.
Pongámonos claros de una vez. Los cristianos verdaderos suponen no llegar a tan violentos extremos. Las evidencias más bien indican que esta señora nunca había sido regenerada por el Espíritu Santo de Dios. Por el contrario, indican que estaba poseída de un espíritu anti santo que la llenaba del más diabólico celo y la ponía al borde mismo del homicidio. La Biblia dice que "ningún homicida tiene vida eterna permanente en él" (Juan 3:15). El homicidio, puede cometerse tanto con un cuchillo como albergando en el pecho actitudes de odio contra el prójimo. Cristo dijo: "El que se enojare locamente contra su hermano, será culpado del juicio y quedará expuesto al infierno del fuego" (Mat. 5:22). San Juan añade: "Cualquiera que aborrece a su hermano es homicida" (1 Juan 3:15).
El aborrecimiento motoriza la lengua. Le da rienda suelta para dar latigazos en forma de críticas, levantar calumnias, esparcir rumores, establecer litigios y mantener en zozobra la paz precaria entre las gentes. Dice Santiago el apóstol: "La lengua es un miembro muy pequeño, pero se gloría de grandes cosas. He aquí un pequeño fuego ¡cuán grande bosque enciende! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad" (Stg. 3:5-6).
Al repasar imaginariamente el lectorado de este artículo, veo a algunos congratulándose con palmaditas de satisfacción sobre los hombros. Imagino sus mentes pensando . . . "Ah, eso sucede solamente en la religión popular a la que pertenece doña María". Imaginariamente también oigo sus labios hacer la oración del fariseo del Nuevo Testamento: "Señor, te doy gracias que no soy como doña Maria". ¡Yo soy evangélico (o evangélica) de cuño legítimo!
¡Ay de vosotros, fariseos evangélicos! Vuestra religión podrá ser un poco más refinada, menos ritual o ceremoniosa; más salpicada de textos bíblicos, y festinada por cancioncitas sentimentales... pero... si su lengua no está santificada, si no la mantiene bajo sujeción, su religión es tan vacía como la de doña María. Dice Santiago 1: 26: Si alguno piensa ser religioso entre vosotros y no refrena su lengua, sino engañando su corazón, la religión del tal es vana." La lengua, por consiguiene, es el termómetro que mide la fiebre de su religión. Lector nuestro, ¿Cuán alto sube el mercurio de su termómetro?
Habiendo servido como predicador en círculos evangélicos por más de medio siglo, debo haber olfateado suficiente como para afirmar que desdichadamente aún en las iglesias evangélicas se deja sentir el vaho nauseante de este elemento viperino. La palabra viperina se deriva de la palabra víbora. La víbora es una serpiente de cabeza triangular que fulmina el 10% de sus víctimas con su poderoso veneno. Por lo regular acecha en lugares pedregosos y secos. Se dice que lleva el veneno debajo de la lengua. De ahí la expresión que a menudo se oye: "Fulano de tal tiene una lengua viperina". Hablando de una así llamada hermana en una congregación, una persona se me acercó para decirme: "Esa mujer es una víbora". ¡Qué trágico testimonio!
Desafortunadamente, no sólo mujerzuelas irresponsables se prestan para funciones viperinas. También hay víboras venenosas dentro del elemento masculino de ciertas congregaciones. Sí, hay en algunas congregaciones víboras que visten de hombres también. ¡Y qué peligrosas son! Estos usan la lengua como "un mundo de maldad," e incendian con ellas la rueda misma de la creación. ¡Dios tenga misericordia de los tales! Para vergüenza de todos, lo repito, la práctica viperina no se limita a las mujeres solamente; esta práctica nefanda halla terreno fértil en muchos hombres también. Más de un siervo del Señor fue arruinado en su testimonio o tronchado en su útil carrera por uno de estos reptiles al servicio del mal. Más de una floreciente congregación se marchitó hasta secarse por el calor de este voraz incendio. ¡Ay de vosotros fariseos evangélicos!
¿Qué diferencia hay entre aquel que milita en la religión popular y el que vegeta en círculos evangélicos si no sabe cómo refrenar su lengua? ¿No andan ambos en la misma trágica caravana? Estos elementos podrán tener grandes dosis de religión en la cabeza, pero muy poca energía santa en el corazón. La Biblia dice que "de la abundancia del corazón habla la boca" (Mat.12:34). Un corazón lavado por la sangre de Jesucristo, bautizado, habitado, sellado por el Espíritu Santo, y rebosante del amor que Dios derrama en él, moviliza su lengua en la alabanza de Dios y en la edificación de los hombres. La lengua santificada no se presta para cortar como un cuchillo, ni para azotar como un látigo, ni para incendiar como un fuego. Cuando uno que se llame cristiano, gratuitamente entrega su lengua al chisme, a la critica destructiva, a perpetuar rumores y a acusar a los hijos del Señor, lo único que está haciendo es avanzando la causa del maligno y poniéndose de pie de amigo a su lado. Satanás, el maligno, es enemigo de Dios y Las Santas Escrituras lo identifican como "el acusador de los hermanos (Ap 12:10).
El de lengua viperina rompe en un segundo amistades de muchos años, quebranta corazones más nobles que el de él, fomenta odios y animosidades entre gente y gente, siembra raíces de amargura entre hermanos, fulmina el gozo espiritual de una iglesia y destruye su unidad. El de lengua viperina es un alma tenebrosa, enferma, e infeliz. Nada más perverso, nada más destructivo que una lengua no santificada. Siendo lo que es, un arma de fuego e instrumento potencial de destrucción, algunos harían un bien público si registraran sus lenguas con el comisario de la policía.
Una lengua chismosa es espejo de un alma pequeña que lleva a duras cuestas un cadáver grande. Refleja a los que tienen nombre de que viven pero en realidad están muertos. A los que tienen apariencia de piedad pero cuyos dichos y hechos niegan la eficacia de ella (II Tim. 3:5). Sólo la conversión a Dios, genuina y humilde, la fe viva en el Señor Jesucristo, y la regeneración radical del Espíritu Divino, pueden dar la energía santa necesaria para mantener la lengua bajo control.
¿Es usted amo o esclavo de su lengua?
Exhortación:
"Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño. Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz y síguela" (Sal. 34:13-14)
Oración Personal:
"Pon guarda a mi boca, oh Jehová. Guarda la puerta de mis labios".