Reflexión: Perdido en la noche de invierno
A mi padre le gustaba contarnos una vivencia de su infancia: Era una noche de invierno en la región de Ardèche (Francia). Durante el día había nevado abundantemente y la granja familiar estaba completamente aislada. En la noche el viento amontonó la nieve, de modo que todo punto de referencia había desaparecido y era peligroso cualquier traslado.
Hacia la medianoche alguien llamó a la puerta. Era un hombre de la aldea vecina que se había extraviado. Cuando reconoció dónde estaba no quiso entrar, pues pensó que podría encontrar fácilmente su casa ubicada a unos centenares de metros.
Toda la familia se fue a dormir. Pero hacia las tres de la mañana mi abuelo tuvo que levantarse para abrir la puerta al mismo vecino que había dado vueltas en la tormenta y no había avanzado un solo paso en la dirección correcta. Entonces le obligó a entrar para que tomase algo y que se acostase hasta que amaneciera.
Esta pequeña historia, que habría podido terminar trágicamente, me hace pensar en todos aquellos que en el curso de su vida están puestos en contacto con el mensaje del Evangelio y no le prestan atención. Creen que pueden obtener la salvación por sus propios medios, rehúsan la gracia que Dios da y prosiguen su camino, corriendo el riesgo de estar definitivamente perdidos.
Lector, si éste es su caso, deténgase y escuche con atención el mensaje de Dios: “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8).
(Jesús dijo) Llamad, y se os abrirá… al que llama, se le abrirá. Mateo 7:7-8.
Yo soy la puerta de las ovejas. Juan 10:7.