Biografía de Charles Spurgeon: El príncipe de los predicadores
Charles (Carlos) Spurgeon nació en 1834 en Essex, un pueblo al este de Londres, hijo de John Spurgeon, un pastor a tiempo parcial. La pobreza familiar lo llevó a vivir en la casa del abuelo, donde estuvo hasta la edad de cinco años.
Su abuelo, un pastor exitoso, reconoció de inmediato la inteligencia de su precoz nieto. A los cinco años de edad, Spurgeon leyó por primera vez El progreso del peregrino. “Siempre estaba leyendo libros”, recordaba más tarde su padre, “nunca estaba excavando en el jardín ni jugando con los pichones de palomas, como los otros muchachos. Siempre eran libros y libros”.
Cuando tenía nueve o diez años, Spurgeon estaba leyendo libros sobre estudios teológicos avanzados, y lo atraían los puritanos del siglo XVII, tales como John Owen, John Clavel, y Matthew Henry.
La inteligencia de Spurgeon también se manifestaba de otras formas. A los quince años de edad inventó cálculos matemáticos que probaron ser de tal utilidad que una empresa londinense los usó durante medio siglo.
Conversión En 1850
Como Martín Lutero, Spurgeon tenía mucho conocimiento, pero le faltaba el nuevo nacimiento. Y, como Lutero, llegó a una profunda convicción para la cual no podía hallar remedio alguno. Su sufrimiento fue profundo. “Preferiría pasar por siete años de enfermedad”, escribió más tarde Spurgeon, “que volver a pasar por el terrible descubrimiento de la maldad del pecado”.
Por esa época Spurgeon se encontró con una capilla metodista primitiva. El predicador leía de Isaías: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra” (Isaías 45:22). De inmediato el Espíritu Santo abrió sus ojos. Vio que la justificación era por gracia mediante la fe solamente. Se aferró a esa verdad para siempre. “Puedo dar testimonio de que el gozo de aquel día fue indescriptible”, escribió después Spurgeon. “Pudiera haber saltado, pudiera haber danzado. No había expresión alguna, por fanática que fuera, que pudiera compararse con el gozo de aquella hora”.
Pocas semanas después, antes que Spurgeon cumpliera dieciséis años, un pastor rural lo bautizó en un río cercano.
Primeros Tiempos De Ministerio
Pocos meses después de su bautismo, Spurgeon se trasladó a Cambridge. Daba una clase de escuela dominical cuando tenía sólo dieciséis años. El supervisor de los adultos estaba tan impresionado que pidió a Spurgeon que se uniera a los evangelistas laicos que predicaban en los pueblos cercanos. En un pueblo el efecto de las palabras de Spurgeon fue electrizante. Al terminar, una anciana asombrada exclamó: “¡Bendito sea su corazón! ¿Qué edad tiene usted?”
“Menos de sesenta años”, respondió el talentoso joven.
Cuando Spurgeon tenía diecisiete años, la iglesia del pueblo de Waterbeach lo llamó para que fuera su pastor. La congregación de la iglesia de unas cuarenta personas rápidamente llegó a cuatrocientas. Aun a esa joven edad, “Spurgeon mostraba tener un don por el cual iba a destacarse durante todo su ministerio: el don de entender a las personas e influir en ellas”.
Por ese tiempo Spurgeon comenzó el sistema de estricta disciplina diaria que caracterizó el resto de su vida. Esa fue más tarde la fuente de tanta plenitud. Se levantaba temprano, pasaba las primeras horas de cada día en estudio y oración. Se mantenía alejado de diversiones como los deportes, y aun de las jovencitas, llegando a la conclusión de que la amistad con ellas era una distracción innecesaria.
En febrero de 1854, cuando Spurgeon tenía diecinueve años, la Capilla de Park Street en Londres lo llamó a su púlpito por tres meses de prueba. Permaneció allí hasta su muerte cuarenta años después.
Aunque en la iglesia cabían mil doscientas personas, la asistencia era de no más de ochenta personas. Sin embargo, la predicación de Spurgeon fue tan elocuente que a un mes de su llegada las multitudes llenaban las calles esperando oírlo. “Ninguna capilla parecía ser lo suficiente grande para recibir a las personas que deseaban oírlo”.
Cuando se le preguntaba por el secreto de su buen éxito, Spurgeon respondía: “Mi pueblo ora por mí”. Lo decía en serio. Los miembros de su congregación se reunían con regularidad y estremecían el cielo rogando por él.
A fin de adaptarse a su éxito, la nueva Capilla de Park Street comenzó a agrandar su edificio. Mientras tanto, Spurgeon y su congregación se trasladaron a Exeter Hall en el centro de Londres. Aunque el salón tenía una capacidad para cinco mil personas, las multitudes lo llenaban por completo.
Spurgeon tenía ahora veinte años. Su buen éxito pudiera haber sido su desastre de no haber sido por su humildad. Spurgeon escribió: “Cuando por primera vez fui predicador en Londres, mi buen éxito me emocionó, y la idea de la carrera que parecía una gran oportunidad, lejos de exaltarme, me lanzó a la más profunda depresión”.
La incesante persecución de la prensa secular también lo mantuvo humilde. Las personas sospechaban de un predicador no ordenado y de veinte años que atraía grandes multitudes aunque le faltaba preparación académica. Spurgeon tampoco tenía el refinamiento de la sociedad londinense. Su ministerio atrajo la crítica y la envidia. La prensa lo calificaba de “muchacho predicador”. El Expreso de Ipswich informó que sus sermones eran “de mal sabor, vulgares y teatrales”. Otros lo llamaron “un clérigo cobarde”, “el demagogo de Exeter Hall” o “el bufón del púlpito”.
Durante ese tiempo conoció y enamoró a Susana Thompson. Se casaron a principios de 1856. Carlos necesitaba con urgencia una compañera idónea, y ella fue la elección ideal. Ella compartió su carga. Muchos han dicho que su matrimonio fue hecho en el cielo. Sin ella, el ministerio de Carlos no habría llegado a ser lo que fue. Con mucho sentido común y compasión, ella fue su caja de resonancia toda la vida. Un año después, dio a luz a sus gemelos, Carlos y Tomás.
En 1855, a los veintiún años de edad, Spurgeon comenzó La Universidad del Pastor a fin de preparar a hombres para el ministerio. Aunque sus comienzos fueron adversos, ya en 1877 la matrícula llegó a 110. Finalmente se graduaron 900 hombres, y Spurgeon fundó 200 iglesias con ellos.
Depresión
Muchos querían oír a Spurgeon predicar pero sin entrar en su iglesia. Así que, en octubre de 1856, un mes después del nacimiento de sus gemelos, Spurgeon decidió celebrar un culto en Surrey Gardens, el más grande recinto de Londres. Aunque había capacidad para diez mil personas, la primera noche el público llenó los asientos, los pasillos y todo lugar vacío. Una gran cantidad de personas esperó fuera. También en la multitud había enemigos. Poco después de comenzar el culto alguien gritó: “¡Fuego!”. Se produjo una estampida. Murieron siete personas y otras veintiocho resultaron heridas.
Spurgeon se sintió aplastado y cayó en la depresión. “Tal vez nunca el alma llegó tan cerca del horno de fuego de la locura, pero salió ilesa”, escribió más tarde. Fue la primera de las muchas y severas depresiones que sufrió el resto de su vida.
Problemas De Salud
La nueva capilla de Park Street estaba construyendo un templo más grande. En 1861, a los veintisiete años, Spurgeon se trasladó al nuevo Tabernáculo Metropolitano, al sur del Támesis en el centro de Londres. Con seis mil asientos, era la iglesia protestante más grande del mundo.
Dios hizo pasar a los Spurgeons por muchas pruebas. Cuando tenía poco más de treinta años, Susana contrajo una enfermedad de la que nunca se recuperó totalmente. Ella estuvo enferma por el resto de su vida. A veces se sentía tan débil que no podía asistir a la iglesia con su esposo.
Más o menos al mismo tiempo, en 1869, la gota reumática afectó a Carlos por primera vez. Eso continuó de cuando en cuando por el resto de su vida, causándole finalmente la muerte a la edad de cincuenta y seis años.
Predicación, Pobreza, y Controversia
La extraordinaria calidad de la predicación de Spurgeon era la sinceridad. “Spurgeon se caracterizaba por una sinceridad que va más allá de toda descripción” “Cuando estaba delante de la congregación, experimentaba un gran sentido de ‘poder de lo alto’.” Su mensaje era sencillo, y el secreto de su poder era la Cruz. “Tomo mi texto”, escribió Spurgeon más tarde, “y voy derechito a la Cruz”. “Cuando se trataba de presentar el evangelio de una manera significativa a los oyentes comunes y corrientes, Spurgeon era un maestro”.
El Londres del siglo XIX era escenario de gran pobreza y tragedia. El promedio de vida era corto, y abundaban los huérfanos. En 1866, la señora Hillyard dio a Spurgeon veinte mil libras esterlinas. Con ese dinero comenzó cuatro orfanatos de niños en Londres, imitando la obra de su amigo, George Müller.
En 1887, Spurgeon pasó por una prueba muy fuerte. A fines del siglo XIX, la teología liberal alemana comenzaba a influir en la iglesia inglesa. La Unión Bautista cayó bajo su hechizo. Spurgeon se quejó de la tendencia cada vez mayor a dar poca importancia a determinadas doctrinas fundamentales. No le hicieron caso o se opusieron a él, de modo que finalmente se retiró de la denominación que él amaba. Esa penosa decisión le causó mucha tensión y angustia en sus últimos años.
Su espíritu de Servicio
Spurgeon era asombrosamente productivo. Su secreto era el trabajo arduo. Con la ayuda de dos secretarias respondía 500 cartas por semana.
En 1885, terminó su comentario en siete volúmenes acerca de los Salmos llamado El tesoro de David. El tesoro de Spurgeon se sigue imprimiendo y se sigue usando hoy. También publicó una revista mensual, The Sword and the Trowel.
Cada lunes por la mañana Spurgeon preparaba su sermón dominical para distribución internacional. También predicaba casi cada día en diversas iglesias de Londres o en campañas de predicación en los campos ingleses.
Spurgeon también estaba ocupado con la Universidad del Pastor. Su cada vez más popular Discursos a mis estudiantes estaba dirigido por lo regular a ese cuerpo estudiantil de pastores en cierne. “Todos estamos demasiado ocupados en cuidar de nosotros mismos”, escribió después. “Evitamos las dificultades del trabajo excesivo”.
Spurgeon obtuvo todo eso aunque se casó con una mujer enferma y sufrió de gran depresión y de graves enfermedades.
Su Muerte
En enero de 1892, los recurrentes y cada vez más intensos ataques de la gota reumática terminaron con su vida. “Sesenta mil personas fueron a rendirle homenaje durante los tres días que su cuerpo se hallara en capilla ardiente en el Tabernáculo Metropolitano. Una procesión de más de tres kilómetros siguió su carroza fúnebre desde el Tabernáculo hasta el cementerio en Upper Norwood. Cien mil personas estuvieron de pie a lo largo del camino. Las banderas se izaron a media asta, y se cerraron los negocios y los bares”. Spurgeon fue un hombre muy amado por los londinenses y los creyentes de todo el mundo.
Lecciones
El pastor de hoy puede aprender muchas lecciones de la vida de Spurgeon.
En primer lugar, cuando Dios llama a un hombre, lo prepara. Dios llamó a Spurgeon a una gran obra, y Dios lo preparó para la tarea con un poderoso intelecto, un voraz apetito por aprender, una voz potente que podía predicar a multitudes de más de veinte mil personas, habilidades organizativas extraordinarias y una compasión excepcional.
En segundo lugar, la vida de Spurgeon aclara la función del seminario. Su carrera nos recuerda que el seminario ayuda, pero no es necesario. Como Agustín, Calvino, Martyn Lloyd-Jones, A.W. Pink y muchos otros, Spurgeon no recibió ninguna preparación teológica formal. Aunque este modelo es la excepción y no la regla, la iglesia debe estar dispuesta a aceptar esa clase de gracia excepcional.
En tercer lugar, los grandes líderes son por lo general grandes lectores. Spurgeon ejemplificó este principio. “Debemos reconocer que Spurgeon fue, sobre todo, un teólogo. Había considerado las grandes doctrinas de la Biblia desde que comenzó a leer, y desde esa época se había apropiado en su mente y en su corazón del conocimiento del amplio sistema de teología que se revela en la Biblia”.
Muchos se gradúan del seminario, pero luego dejan de leer y de aprender. Spurgeon tenía una curiosidad sagrada y cultivó un hábito de lectura diaria motivado por una pasión por conocer mejor a Dios.
En cuarto lugar, la fama y la notoriedad pueden ser dolorosas. Uno no debe buscar grandes cosas a menos que esté preparado para las consecuencias. Spurgeon era tan popular que el famoso teólogo Helmut Thielke escribió: “Venda todos [los libros] que tenga, y compre a Spurgeon”. En el caso de Spurgeon, fue costosa la popularidad. La prensa británica, la iglesia establecida, y las clases altas envidiaban y resentían su buen éxito. Además, las expectativas de las personas y la gran carga de trabajo casi lo aplasta. Muchas veces deseaba la paz y la quietud del anonimato, pero no podía hallarla.
En quinto lugar, Dios perfecciona su fortaleza en la debilidad (2 Corintios 12:9). Dios usó las constantes enfermedades y persecuciones de Spurgeon para humillarlo. Los increíbles dones y éxitos de Spurgeon hacían necesaria la humildad. Durante uno de sus ataques de gota, Spurgeon escribió a su congregación: “Todavía el horno brilla a mi alrededor. Desde la última vez que les prediqué, me he deprimido mucho; ha sido mi carne torturada con el dolor y mi espíritu ha estado postrado con la depresión”. El sufrimiento de Spurgeon produjo una humildad que constantemente daba a Dios toda la gloria de su buen éxito.
La vida de Spurgeon recuerda a los pastores dar gracias a Dios por las pruebas y los problemas que Él permite. En el caso de Spurgeon, y en el nuestro, son el fundamento necesario de nuestro futuro “peso de gloria” (2 Corintios 4:17). Por William P. Farley.