El virus más temible de todos: el pecado
Existe uno mucho más peligroso que el del sida, mucho más devastador. Infecta a cada ser humano, lo quiera o no: es el pecado.
Este virus mortal contaminó a Adán y Eva, nuestros primeros padres, e infectó la humanidad entera, una generación tras otra. Cada ser humano está contaminado y puede ver múltiples síntomas de ello en su propia vida.
Algunos pueden parecer benignos, como la mentira, la burla, los celos; otros parecen más graves: el hurto, el asesinato, la corrupción moral… Pero todos tienen el mismo origen y conducen al mismo fin fatal: “la muerte” (Romanos 5:12). La muerte destruye al cuerpo, pero el alma subsiste ante Dios, y el que no crea a Dios, sufrirá “la muerte segunda” (Apocalipsis 20:14), es decir, el eterno alejamiento de Dios.
Dios ama a los hombres. Les dio el único remedio eficaz para escapar del juicio de “la segunda muerte”. Ese remedio es “la sangre preciosa de Cristo” derramada en la cruz, que “nos limpia de todo pecado” y nos da la vida eterna (1 Pedro 1:19; 1 Juan 1:7).
Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Romanos 5:12
Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Salmo 51:2.