El águila dorada: contemplando la maravillosa creación de Dios
Un día en que un hombre con su hijo regresaban a casa en su automóvil, vieron a lo lejos a un enorme águila posado en un árbol solitario contemplando un profundo cañón. Al detenerse y acercarse para verlo mejor, el águila dio un salto y empezó a volar, mientras el sol matinal se reflejaba en sus alas de rayas doradas. Su inmenso tamaño y belleza los maravilló, a tal punto que se sintieron privilegiados de poder ser testigos de esta majestuosa demostración de la inmensa creatividad de Dios.
La creación exhibe los «hechos maravillosos» de Dios (Salmo 145:5). Y cuando nos detenemos a meditar en esas obras, no podemos evitar asombrarnos mientras nuestra mente y espíritu son impulsados a reflexionar en el carácter del Dios que las hizo.
Esa águila dorada volando hacia el horizonte fue una muestra de la obra creativa de nuestro Señor poderoso. Lo mismo hace el pájaro cantor que revolotea, la cierva con su cervatillo juguetón, el embate de las olas, y las delicadas florecillas.
En los momentos y lugares más inesperados, Dios nos revela su gloria a través de lo creado. Esos instantes providenciales e inesperados son oportunidades para meditar «… en [sus] hechos maravillosos» (v. 5).