Reflexión - La bendición de ser madre
Los hijos son una bendición del Señor (Sal 127.3-5). La condición de madre es un gran honor y un privilegio, pero también es sinónimo de servicio. Cada día están llamadas a suplir abnegadamente las necesidades de su familia. Ya sea que estén despiertas de noche amamantando a un bebé, invirtiendo su tiempo y su dinero en unos adolescentes desagradecidos, o preparando comida.
Las madres ponen constantemente a los demás antes que a ellas mismas. A veces, este servicio constante puede ser agotador e incluso desalentador, sobre todo para una primeriza. Pero las madres toman verdadero aliento de Cristo.
Uno de los mejores ejemplos de abnegado servicio se encuentra en Juan 13.3-16. Al arrodillarse para lavar los pies de sus discípulos, el Señor enseñó que la clave para la verdadera autoridad es la humildad. Y es la humildad lo que lleva a la recompensa eterna.
A menos que usted esté dispuesta a agacharse y ensuciarse las manos, perderá la verdadera riqueza de la maternidad. Al morir a sus propios deseos y derramar su vida en alguien más, usted se vuelve como Cristo y en un santo legado que continuará por las generaciones futuras.
¿Qué mayor bendición podría esperar alguien? Claro que la motivación para servir a los demás no es cosechar beneficios, pero cuando seguimos el plan de Dios para nuestra vida, eso es lo que sucede. Al Dios dar hijos, pone a las madres en posición de autoridad y servicio. Él las llama a dar sus vidas a favor de otros —a abandonar sus propios deseos y poner primero el interés de sus hijos. Pues, es por medio de esta abnegación que se alcanza la satisfacción verdadera.